Una tarde de un día de finales '89, en un
apartamento anonimo de un bloque de pisos en los suburbios, más o menos en la
intersección de la Avenida Normandie y Martin Luther King jr. Boulevard, el
olor acre de la cerveza y el dulce aroma de la marihuana mostraban el camino
para la fiesta a la que sólo podía unirse si fueras un pandillero salvatrucho o
dieciocho.
Nada mejor que compartir un rato con las
chicas y los hermanos escuchando rock y hip-hop alterno a James & Bobby
Purify o Mary Wells siempre y a ir fuerte con las opiniones sobre una mujer.
El mito dice que Shaggy, pandillero poco
más de un adolescente de la Calle 18, fue asesinado a tiros por una
ametralladora uzi en la calle, no lejos de la fiesta, dando vida a la guerra
que aún continúa entre dos de las organizaciones criminales juveniles más
crueles del mundo, Mara Salvatrucha y Calle 18.
Como sabemos el mito se basa en una
realidad de la cual, sin embargo, es independiente y, de hecho, la razón de la
guerra abierta en el tiempo entre las dos organizaciones criminales es
ciertamente diferente y más profunda y debe ser identificada en cuestiones raciales
y de identidad desarrolladas en el mundo de la marginación de los inmigrantes
salvadoreños en los suburbios de Los Angeles en los años 70.
La Mara Salvatrucha, nació en los años 70
sobre la necesidad de los jóvenes inmigrantes salvadoreños a unirse para
defenderse a sí mismos en un entorno urbano hostil en el que ya existía
pandillas juveniles principalmente mexicanos.
La Salvatrucha, a diferencia de su
escindida costilla, Calle 18, nunca ha
aceptado, en nombre de la preservación de
la identidad entre sus filas a cualquier miembro que no fue salvadoreño. Con el
pasar del tiempo y el crecimiento de los intereses criminales es suficiente una
excusa para hacer explotar una situación que estaba ardiendo bajo las cenizas
de las carreteras en las afueras y en los suburbios de la ciudad de los
ángeles.
La Mara Salvatrucha, dijimos, nasce y crea
un su espacio en una realidad ya fuertemente impregnado por la existencia de
docenas de otras pandillas en su mayoría mexicanos y sus descendientes los
Chicanos y otras realidades delictivas.
Éste que contaremos en los próximos post
es una larga historia; una historia primera que criminal sin duda de
marginación, adelantando así a las causas que dieron origen a uno de los
fenómenos criminales actual también hoy, no sólo en América Latina y los
Estados Unidos sino también en Europa, España y desde unos años en Italia.
La experiencia adquirida a lo largo de más de treinta
años de la policía judicial sobre el campo, de estudios y de análisis,
criminológicos, me llevan a hacer frente, ahora como en un futuro próximo, esta
cuestión en la creencia de que, más allá del valor objetivo del conocimiento y
de la comprensión, puede ser válida si se gasta en la formación de las mentes
jóvenes dirigiéndolas hacia una reflexión sobre el fenómeno de las pandillas
juveniles que cada vez más crecen principalmente en los suburbios de las
grandes ciudades de nuestro norte.